miércoles, 16 de julio de 2025

La logopedia: una cuestión de salud

 



La logopedia: una cuestión de salud

La logopedia es una disciplina sanitaria orientada a favorecer el bienestar integral de las personas a lo largo de toda su vida. Va mucho más allá de enseñar a hablar correctamente: trabaja sobre procesos neurológicos, fisiológicos, cognitivos y emocionales relacionados con la comunicación, el lenguaje, la voz, la audición, la deglución y la socialización.

Sin embargo, su reconocimiento dentro del sistema sanitario sigue siendo limitado, a pesar de la sólida evidencia científica que respalda su impacto positivo en la salud global.

Logopedia en la etapa neonatal

La intervención logopédica puede comenzar incluso antes del primer llanto. En las unidades neonatales, especialmente en bebés prematuros o con patologías congénitas, el logopeda evalúa y estimula funciones esenciales como la succión, la deglución y la coordinación oro-facial necesarias para la alimentación.

Pensemos en un bebé de semanas que no puede alimentarse por vía oral. Gracias a la intervención logopédica especializada, aprende a coordinar los movimientos de succión-deglución-respiración, reduciendo el riesgo de broncoaspiración, favoreciendo la nutrición y fortaleciendo el vínculo afectivo con su madre durante la alimentación.

Además, el logopeda acompaña también a las familias en estos primeros momentos, ayudándoles a comunicarse con sus bebés y a mantener el vínculo emocional, incluso en contextos hospitalarios hostiles.

Primera infancia: lenguaje, apego y desarrollo

En los primeros años de vida, el desarrollo del lenguaje es un marcador clave del neurodesarrollo. Las alteraciones en la adquisición del lenguaje oral y/o escrito pueden ser indicadoras de trastornos como el TDAH, los trastornos del espectro autista, los trastornos específicos del lenguaje, de la lectoescritura o del aprendizaje.

Estudios como los de Ortega et al. (2020) subrayan que una detección e intervención logopédica temprana mejora significativamente el pronóstico funcional, emocional y social del niño. Sin embargo, en la mayoría del territorio español, los logopedas siguen sin formar parte de los equipos públicos de pediatría ni de atención temprana hospitalaria.

En el entorno escolar: mucho más que rendimiento académico

Durante la etapa escolar, los problemas de comunicación afectan directamente al aprendizaje, la autoestima y la inclusión social. Dificultades en la comprensión lectora, en la expresión oral o escrita o en el uso social del lenguaje pueden condicionar de forma severa la trayectoria educativa y emocional de un niño.

Por ello, desde hace años, entidades como el Consejo General de Colegios de Logopedas (CGCL) y el Colegio Oficial de Logopedas del País Vasco (CLPV) reivindican la incorporación estable del logopeda en los centros escolares públicos. No se trata solo de atender al alumnado con necesidades específicas, sino de ofrecer una herramienta preventiva e inclusiva para toda la comunidad educativa.

En la adolescencia: identidad, expresión y salud mental

Durante la adolescencia, la comunicación se vuelve un eje crucial de la construcción de la identidad. Dificultades no tratadas en etapas anteriores pueden agravarse, afectando la expresión emocional, la participación social o incluso la salud mental. El logopeda también puede acompañar estos procesos, trabajando en habilidades conversacionales, voz, lectura, escritura o apoyo emocional vinculado a la autoimagen y la comunicación.

En el ámbito clínico: dignidad, autonomía y calidad de vida

En personas adultas y mayores con patologías neurológicas (ictus, traumatismos craneoencefálicos, ELA, Parkinson, Alzheimer...), la logopedia es clave para preservar funciones vitales como la alimentación, la comunicación o el habla.

El Institut Guttmann (2019) reconoce la intervención logopédica como esencial en la rehabilitación neurológica. En casos como la ELA, permite mantener por más tiempo la capacidad comunicativa y la seguridad al alimentarse, lo que tiene un impacto directo en la calidad de vida y la dignidad de la persona.

En enfermedades degenerativas como el Alzheimer, el trabajo del logopeda ayuda a ralentizar el deterioro del lenguaje, mantener conexiones emocionales con el entorno y favorecer la interacción social, todo ello desde una mirada centrada en la persona.

Logopedia en cuidados paliativos: cuando la palabra es lo último que queda

En contextos de final de vida, el logopeda acompaña para preservar la comunicación significativa en sus múltiples formas: una palabra, un gesto, una mirada, una elección. También colabora para mantener la capacidad de alimentarse, adaptando texturas y formas de ingesta para garantizar el confort y la autonomía hasta donde sea posible.

Escuchar un “te quiero”, elegir si beber un sorbo de agua o simplemente poder decir adiós... son gestos profundamente humanos que la logopedia puede sostener cuando otras funciones se apagan.


Una disciplina al servicio de la vida

Etapa de la vida

Intervención logopédica

Neonatal y primera infancia

Estimulación de la comunicación, alimentación segura, desarrollo del vínculo. Trastornos del desarrollo,  parálisis cerebral, síndromes y otras enfermedades raras

Edad escolar

Prevención del fracaso escolar, inclusión, comunicación, comprensión lectora, lenguaje, deglución ,voz

Adolescencia

Voz, dificultades de aprendizaje, apoyo emocional y social.

Edad adulta

Rehabilitación tras ictus o daño cerebral adquirido , afasias, disartria, disfagia, voz , enfermedades con afectación de la comunicación, deglución, voz.

Tercera edad

Disfagia, enfermedades neurodegenerativas, intervención paliativa.


A pesar de toda esta evidencia, la logopedia sigue teniendo escasa representación en el sistema sanitario público y en los centros de atención sociosanitaria. En la práctica, muchas familias deben recurrir a servicios privados para acceder a una atención que debería estar garantizada, lo que genera desigualdad y exclusión.

La logopedia es salud, es prevención, es dignidad. Su inclusión plena en el sistema sanitario, socio sanitario y educativo  noes solo una cuestión de justicia, sino una inversión en bienestar, autonomía y sostenibilidad social.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha subrayado el papel esencial de los profesionales de la logopedia en la prevención y rehabilitación en un mundo donde el envejecimiento y las enfermedades crónicas irán en aumento.

Es por todo lo expuesto la necesidad urgente que reclamamos los profesionales de la logopedia de reconocer su valor y garantizar que todas las personas —desde el nacimiento hasta el final de la vida— tengan acceso a una atención logopédica de calidad, universal y centrada en la persona.

 

Elena Aurrecoechea Mariscal

Logopeda colegiada 480039

 

lunes, 7 de julio de 2025

FAMILIA Y VACACIONES DE VERANO

 


Las vacaciones escolares suelen recibirse con alegría: llega el descanso, el tiempo libre, la posibilidad de estar juntos sin la presión de los horarios escolares, de los deberes, de las extraescolares. Es un momento que muchas familias esperan con ilusión, porque permite compartir más, reencontrarse, recuperar cierta calma. Pero a la vez, ese mismo tiempo que se presenta como una oportunidad, tiene momentos que pueden convertirse en un verdadero desafío.

Hay familias que organizan con antelación actividades, salidas, viajes, campamentos, y otras que van sobre la marcha, con lo que se puede y como se puede. Hay quienes disfrutan de esa flexibilidad para improvisar, y hay quienes se sienten completamente desbordados ante el exceso de horas sin estructura. En algunos casos, la ausencia de rutinas genera una sensación de caos, de no saber por dónde empezar el día, de niños nerviosos, padres agotados y una convivencia que se va enredando sin querer. Y es que, aunque las vacaciones suenen a relax, la realidad es que no todas las personas adultas pueden dejar sus responsabilidades o su trabajo, y conciliar se vuelve más difícil cuando los peques están en casa todo el día y la energía parece no agotarse nunca. Es fácil escuchar comentarios como “¡acaban de empezar y ya no puedo más!”, o “menos mal que la semana que viene empieza el campamento”. No es una queja sin sentido: es la expresión de un cansancio real que también merece ser reconocido.

 

Al mismo tiempo, las vacaciones son una ocasión valiosa para fortalecer el vínculo, para mirar más despacio, para acompañar desde otro lugar. Hay algo muy especial en ese tiempo compartido sin prisa, en los desayunos tranquilos, en las caminatas improvisadas, en las tardes de juego o en las conversaciones que nacen cuando nadie tiene que correr a ningún sitio. Muchas veces, no se trata de grandes planes, sino de esos momentos cotidianos que dejan huella: una tarde cocinando juntos, una siesta compartida, una risa que aparece en medio de un chapuzón.

 

Quizá por eso es importante cuidar un poco el ritmo, sin volver a imponer horarios rígidos, pero sí manteniendo ciertos hábitos que ayuden a que todo fluya mejor. Dormir bien, respetar las comidas, guardar algún espacio tranquilo en el día, puede marcar la diferencia. También puede ser buen momento para que los niños participen más activamente en pequeñas tareas, que ganen autonomía, que aprendan a aburrirse sin que eso sea un problema. No hace falta llenar la agenda ni estar haciendo cosas constantemente: el equilibrio muchas veces está en saber combinar actividades y tiempo libre, propuestas y juego espontáneo, presencia y también espacio propio.

Lo más importante, tal vez, no es cuánto tiempo pasamos juntos, sino cómo se vive ese tiempo. Mirarse de verdad, compartir, dejar que haya espacio para la alegría, pero también para el cansancio, para los desacuerdos, para todo lo que forma parte de convivir. Las vacaciones, con todo lo que traen, lo bueno y lo difícil, pueden ser una oportunidad para conectar, para conocer mejor a nuestros hijos, para redescubrirnos como familia. Y si a veces no salen como habíamos imaginado, si hay días caóticos o momentos tensos, también está bien. Porque lo importante no es que sean perfectas, sino que sean vividas, sentidas y compartidas desde la verdad y el cuidado mutuo.

“Lo esencial es aprender a estar con los hijos, no solo a hacer cosas con ellos.”

María Montessori

¡Feliz verano familias!

 

lunes, 30 de junio de 2025

El encuentro de dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman. Carl Gustav Jung.


                                             

“El encuentro de dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman.”

Carl Gustav Jung


 Esta frase  de Jung me ha llevado directa a  pensar y a escribir sobre  esa magia sutil que ocurre cuando dos personas se encuentran de verdad. No hablo de coincidir en un lugar, ni de charlar por educación. Hablo de esos encuentros que nos tocan, nos remueven y, a veces, incluso nos trastocan.

Como en una reacción química, algo invisible se activa: una mirada, una palabra, una forma de sentir, de - estar con -. Y ya no somos exactamente los mismos. Puede que el cambio sea leve, casi imperceptible. O puede que lo sintamos como un giro inesperado, como una sacudida suave o profunda. Pero algo se ha movido. Y deja huella.

Lo fascinante es que no siempre elegimos estos encuentros. A veces llegan sin avisar, en un cruce inesperado, en una conversación que parecía cualquiera. Otras veces los buscamos, sin saber que en realidad estamos llamando —desde dentro— a ese cambio, a ese espejo, a esa presencia que nos invite a mirarnos distinto.

Y eso...¿ no es también vivir? Estar disponibles para el otro. Abrir un espacio donde el vínculo tenga lugar. Permitirse ser atravesados, tocados, transformados, sin  miedo y desde la honestidad, desde el deseo de estar ahí, sin armaduras.

A veces, basta un instante. Otras, una vida entera. Pero en todos los casos, hay algo común: dos personas que, al encontrarse, ya no vuelven a ser exactamente las mismas.

Quizá por eso me gusta pensar que la vida, vivida desde el vínculo con el otro, es un pequeño lugar  en el que ir más allá, en el que la chispa puede encenderse y removernos desde una mirada que te ve y te reconoce  y te invita a ser más tú. A veces esa transformación es dulce, otras nos remueve desde el dolor, pero en ambas hay verdad y puede darse crecimiento, nos invita a mirar y mirarnos distinto. Quizá ese sea uno de los misterios mas hermosos del encuentro con el otro, que no hay recetas, ni garantías, solo la posibilidad de abrirse, de estar y de ser. Hay algo profundamente humano y casi invisible, en el que dejamos caer las defensas, en el que lo importante no es que todo encaje, sino que algo se encienda. Qué haya un antes y un después, una toma de conciencia de nuestro yo más íntimo que hace que nos sintamos más vivos, porque algo se nos mueve muy dentro.

No todas las personas que pasan por nuestra vida se quedan, pero todas nos dejan algo, porque al encontrarnos nos ayudaron a vernos.


 

miércoles, 11 de junio de 2025

Respirar, hablar, comer y sentir ; los pares craneales, nuestros nervios de cabecera.

 


Respirar, hablar, comer y sentir; los pares craneales, nuestros nervios de cabecera.

A menudo cuando alguien me pregunta qué hacemos exactamente los logopedas  en las unidades de neurorrehabilitación o  en nuestras consultas cuando atendemos a  personas con enfermedades neurodegenerativas, suelo responder que trabajamos con la voz, el lenguaje, la deglución…  pero realmente trabajamos con algo más profundo y menos conocido: el sistema nervioso.


En concreto, hay cinco nervios muy especiales que forman parte de lo que llamamos pares craneales, y que están directamente implicados en acciones tan cotidianas y tan importantes , como respirar, hablar, comer, tragar o sentir nuestra cara y boca. Son los pares craneales V, IX, X, XI y XII. Aunque parezcan solo letras y números, tienen un papel fundamental en nuestro día a día, y por eso hoy quiero contarte algo más sobre ellos.


Imagina que tienes doce cables que salen directamente del cerebro y se encargan de mandar y recibir señales a distintas partes de la cabeza, el cuello e incluso órganos más internos. Esos son los pares craneales. Cada uno tiene su nombre y su función, y muchos de ellos trabajan en equipo para que podamos, respirar correctamente,  hablar claramente, tragar sin atragantarnos, sentir, o saborear lo que comemos.


Cinco de estos nervios son especialmente relevantes para los logopedas, son esos compañeros invisibles responsables de todos nuestros gestos y funciones orales . Te los presento brevemente.


El nervio trigémino ( V): sentir y masticar

Este nervio es como un gran repartidor de sensaciones. Gracias a él, sentimos el tacto en la cara, los labios, los dientes y parte de la lengua. Pero además, activa los músculos que usamos para masticar. Cuando algo falla en el trigémino, puede aparecer dolor intenso en la cara o dificultad para mover la mandíbula. Los logopedas , ayudamos a recuperar esa movilidad y sensibilidad, con ejercicios que estimulan la zona orofacial y favorecen una mejor masticación.


El glosofaríngeo (IX): gusto y reflejo

Este nervio tiene un nombre largo, pero una función clara: recoger el gusto de la parte posterior de la lengua y participar en la acción de tragar. También está implicado en ese reflejo que todos conocemos cuando algo nos toca la garganta y sentimos que debemos toser o tragar. Cuando no funciona bien, la deglución se vuelve torpe o insegura. Aquí el trabajo del logopeda es clave: evaluamos cómo se traga y enseñamos maneras de hacerlo de forma más segura, evitando atragantamientos o molestias.


El vago (X): voz, deglución y respiración

El nervio vago es uno de los más interesantes. Recorre un largo camino desde el cerebro hasta el abdomen, y participa en funciones tan diversas como la voz, la deglución o el control de ciertos órganos internos. Si hay una lesión en este nervio, la persona puede tener una voz ronca, dificultad para tragar, o incluso alteraciones en la respiración al hablar. En esos casos, el logopeda propone ejercicios vocales, técnicas de protección de la vía aérea y pautas para adaptar la alimentación, buscando siempre preservar la seguridad y la dignidad del paciente.


El espinal (XI): postura y apoyo

Aunque este nervio no actúa directamente sobre la voz o la deglución, tiene un papel indirecto muy relevante. Inerva los músculos que mueven el cuello y los hombros, y una buena postura es esencial para hablar y tragar con eficacia. Cuando el nervio espinal está afectado, puede haber debilidad en esa zona, afectando la estabilidad de la cabeza y la coordinación de los movimientos. Desde logopedia, trabajamos en colaboración con otras disciplinas para mejorar la postura y facilitar así el trabajo vocal o deglutorio.


El hipogloso (XII): la lengua en acción

Y por último, el nervio hipogloso, responsable del movimiento de la lengua. Sin él, no podríamos articular bien las palabras ni empujar el alimento hacia la garganta al comer. Cuando este nervio no funciona correctamente, la lengua puede desviarse, estar débil o moverse con dificultad. En estos casos, el logopeda propone ejercicios específicos para fortalecerla y coordinar mejor sus movimientos, buscando que el habla sea más clara y que la deglución sea eficaz.


Cuando los nervios no responden… ahí estamos

Los logopedas trabajamos con personas que, por distintas razones —ictus, enfermedades neurológicas, cirugías, tumores— han perdido parte de la función de estos nervios. Nuestro trabajo es acompañarles en el camino de recuperar (o compensar) lo perdido, devolviendo seguridad al tragar, claridad al hablar y, muchas veces, la confianza al mirar a los demás y decir: “estoy mejor”.



Detrás de cada gesto cotidiano, hay un complejo engranaje neurológico que muchas veces pasa desapercibido. Pero cuando se rompe, entendemos su valor. Y ahí, en ese momento de fragilidad, nuestra intervención como logopedas cobra todo su sentido para


 ¿Te gustaría saber más sobre cómo evaluamos la deglución o en qué consiste una terapia vocal? Puedes escribirme o dejar un comentario. Me encantará seguir compartiendo contigo lo que hay detrás de este trabajo que tanto me gusta.

sábado, 10 de mayo de 2025

La capacidad para estar a solas: un principio esencial del bienestar emocional




Donald Winnicott, psicoanalista y pediatra británico, hizo grandes contribuciones al entendimiento del desarrollo emocional humano. En su obra, desarrolló conceptos clave sobre la psicología infantil, destacando la importancia de la figura materna en el desarrollo del “self”. Uno de sus enfoques más influyentes fue la teoría de la “madre suficientemente buena”, que sostiene que el niño necesita una figura primaria que ofrezca un entorno seguro y predecible para formar una identidad emocional sana.


Este concepto no busca la perfección materna, sino que resalta la importancia de una presencia constante y confiable. La interacción temprana con la figura materna establece las bases de lo que Winnicott llamó el “self”, el núcleo esencial de nuestra identidad emocional. Cuando el niño experimenta un ambiente emocionalmente seguro, va desarrollando la capacidad de estar a solas sin angustia ni desorganización interna. Este proceso permite que la soledad se convierta en un espacio de descanso, reflexión y juego, sin la necesidad de distracciones constantes del exterior.


Sin embargo, cuando este entorno seguro no se proporciona, el resultado puede ser una sensación de vacío que, al llegar a la vida adulta, puede manifestarse en conductas impulsivas, ansiedad y la necesidad constante de llenar el tiempo con estímulos externos. La impulsividad no es simplemente una respuesta a un exceso pulsional, sino una reacción a la falta de un “sostén interno” que permita estar solo sin temor o angustia.


En estos casos, la persona puede tener dificultades para estar consigo misma, sintiendo una profunda incomodidad al estar sola. La impulsividad y la urgencia de llenar ese espacio pueden expresarse en relaciones superficiales o una constante necesidad de estímulos que alivien la ansiedad interna. Esta dependencia emocional puede generar frustración y agotamiento, ya que no se logra encontrar paz en la propia compañía.


La psicoterapia juega un papel crucial en la reconstrucción de este entorno interno confiable. El terapeuta ofrece una presencia constante que permite al paciente experimentar un espacio seguro, donde sus emociones pueden ser procesadas de manera más saludable. A través de este proceso, la persona puede aprender a estar a solas sin angustia, a reflexionar sobre sus emociones y pensamientos, y a encontrar en la soledad un espacio de descanso y autoconocimiento.


El trabajo terapéutico permite restaurar la capacidad para estar a solas como un acto de madurez emocional, no como una amenaza, sino como un espacio enriquecedor para la creatividad y el autoconocimiento. La soledad se convierte, así, en una fuente de bienestar, donde la persona puede aprender a convivir consigo misma de una manera más saludable y satisfactoria.




Referencias bibliográficas:


  • Winnicott, D. W. (1965). El ambiente y los procesos de maduración. Ediciones Morata.
  • Winnicott, D. W. (1971). La familia y el niño. Editorial Hermes.
  • Winnicott, D. W. (1987). El niño y el mundo interno. Editorial Kairós.


jueves, 17 de abril de 2025

La certeza ajena sobre la vida que no nos pertenece.




Muchas veces caminamos por la vida con la certeza por bandera. Opinamos, juzgamos , valoramos , sin que nadie nos lo pida. Tenemos una frase hecha para cada dolor ajeno, un consejo no solicitado para cada decisión, una forma “correcta” —la nuestra— de hacer las cosas.

En la mayoría de los casos lo hacemos con buena intención, otras nos mueven otras cuestiones personales …Pero el resultado suele ser el mismo; invalidamos, agotamos e incluso podemos dañar al otro. Porque lo cierto es que no vivimos en la piel del otro. No sabemos del todo lo que pesa  su historia ni lo que acontece en su caminar diario. Por tanto, no tenemos derecho alguno a mirar desde nuestra ventana  y decir cómo deben vivirse las situaciones , los duelos, los comienzos, las pausas o los tropiezos ajenos. Acompañar a alguien,  es escuchar sin interrumpir, estar sin imponer, mirar sin juzgar. Es hacer hueco a la verdad del otro, aunque no la entendamos del todo y nosotros hiciésemos   las cosas de otra manera, incluso aunque le veamos caer . Quizá lo más sabio es quedarnos en silencio o preguntar:  ¿Qué necesitas? en lugar de decir “lo que tienes que hacer es…”. El mayor gesto de amor hacia el otro es ofrecer una mano y no una opinión. Porque estar de verdad —con respeto, con presencia, con empatía— es un regalo y eso es justo lo que más necesitamos, alguien que no venga a explicarnos la vida, sino a caminar un rato a nuestro lado mientras la vivimos.


Elena Aurrecoechea Mariscal 

miércoles, 26 de marzo de 2025

Patología del lenguaje en la infancia y su abordaje terapéutico.



El desarrollo del lenguaje en la infancia es un proceso fundamental para la comunicación, el aprendizaje y la socialización. Sin embargo, algunos niños pueden presentar dificultades que afectan a  su comprensión, expresión y uso del lenguaje. Estas alteraciones, conocidas como patologías del lenguaje, requieren una intervención especializada para favorecer su evolución y evitar repercusiones en el desarrollo general  del niño, tanto social, emocional como escolar.

Es importante diferenciar entre un retardo evolutivo del lenguaje y un trastorno del lenguaje.

  • El retardo evolutivo del lenguaje hace referencia a una adquisición del lenguaje más lenta respecto a los niños de la misma edad, pero con una evolución favorable a medida que el niño se desarrolla. Con estimulación adecuada, el niño logra alcanzar un desarrollo lingüístico acorde a su edad.

 

  • Un trastorno del lenguaje es una dificultad persistente en la adquisición y uso del lenguaje que afecta la capacidad del niño para comunicarse de manera efectiva. Puede manifestarse en problemas para comprender lo que se le dice, para expresarse con palabras o para estructurar frases de manera adecuada a su edad. Estos trastornos no están causados por una falta de estimulación, sino por dificultades en el desarrollo, que requieren intervención especializada para mejorar la comunicación y evitar posibles repercusiones en el aprendizaje, la socialización y  en el bienestar emocional del pequeño. Según las principales clasificaciones diagnósticas internacionales, los trastornos del lenguaje pueden categorizarse de la siguiente manera:

Clasificación según el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, 5ª  edición)

1.Trastorno del Lenguaje: Dificultad persistente en la adquisición y uso del lenguaje en sus diferentes formas (oral, escrito, gestual) debido a deficiencias en la comprensión o producción del lenguaje.

2.Trastorno de la Comunicación Social (Pragmático): Dificultades en el uso social del lenguaje y la comunicación, afectando la capacidad de mantener conversaciones, comprender normas conversacionales y adaptar el lenguaje al contexto.

3.Trastorno Fonológico: Problemas en la producción de sonidos del habla que afectan la inteligibilidad, sin una causa médica o neurológica evidente.

4.Trastorno de la Fluidez (Tartamudeo) de Inicio en la Infancia: Alteraciones en la fluidez y ritmo del habla, con repeticiones, bloqueos o prolongaciones de sonidos y sílabas.

Clasificación según la CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades, 11ª edición)

1. Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (6A01): Afecta la adquisición y desarrollo del lenguaje en sus distintas dimensiones sin otra condición neurológica o sensorial que lo explique.

2. Trastorno del Lenguaje Asociado a una Condición Médica o Neurológica (6A02): Trastorno del lenguaje debido a afecciones neurológicas, déficits sensoriales o síndromes genéticos (ej., síndrome de Down).

3. Trastorno del Habla y la Articulación (6A03): Dificultades persistentes en la articulación de los sonidos del habla.

4. Trastorno de la Fluidez del Habla (6A04): Se corresponde con la tartamudez o disfemia.

5. Trastorno de la Comunicación Social (6A05): Dificultades para utilizar el lenguaje en contextos sociales, con problemas en la coherencia conversacional y la adecuación pragmática del lenguaje.

Cuanto antes se detecten las dificultades del lenguaje, mayores serán las posibilidades de intervención y éxito en la terapia. Si notas que tu hijo tiene dificultades para hablar, comprender instrucciones o formar frases adecuadas para su edad, es fundamental acudir a un logopeda para una valoración profesional.

El logopeda es un profesional sanitario especializado en la evaluación, diagnóstico y tratamiento de cualquier alteración en la comunicación. Su labor es esencial para ayudar a los niños a desarrollar habilidades lingüísticas adecuadas, favoreciendo su integración escolar y social y por tanto un adecuado desarrollo global.

El logopeda, en su consulta, recoge toda la historia sobre el desarrollo del pequeño desde la gestación hasta la fecha y realiza un análisis clínico que puede complementar con  pruebas diagnósticas, si lo considera necesario y diseña programas terapéuticos personalizados adaptados a la edad y las dificultades del niño.

Además, trabaja en estrecha colaboración con la familia y el entorno educativo del niño para garantizar un abordaje integral y coherente con sus necesidades.

La Terapia del Lenguaje

Es importante que las familias comprendan que la terapia del lenguaje no es una actividad extraescolar, sino un tratamiento que necesita continuidad y compromiso. La interrupción de la terapia, especialmente durante periodos vacacionales, puede generar retrocesos en los avances logrados, afectando el proceso de aprendizaje y la comunicación del niño. Para evitar estos retrocesos, se recomienda:

·       Favorecer un entorno de comunicación y confianza con el profesional.

·        Mantener una asistencia regular a las sesiones.

· Seguir las indicaciones del profesional en casa con actividades complementarias.

Cada niño presenta necesidades individuales y la duración del proceso terapéutico es largo, pero de manera general los tiempos de intervención pueden ser:

·   Casos leves (dificultades fonológicas o leves retrasos en el lenguaje): sesiones de 1 a 2 veces por semana durante 6 -12 meses.

·   Casos moderados (trastornos del lenguaje receptivo-expresivo, dificultades gramaticales, problemas de comprensión): sesiones de 2 veces por semana con una duración de 3 a 4 años.

·    Casos severos (trastornos del lenguaje asociados a condiciones neurológicas, discapacidad intelectual o TEA): terapia de larga duración, con sesiones mínimo 2 veces por semana, pudiendo extenderse a lo largo de su escolaridad.

El progreso depende de múltiples factores, como la edad de inicio de la terapia, la frecuencia de las sesiones y la implicación de la familia en el proceso terapéutico.

 

Nota: Si tienes dudas sobre el desarrollo del lenguaje de tu hijo o necesitas más información sobre el proceso terapéutico, no dudes en consultarnos. Puedes ponerte en contacto con nuestra consulta para recibir orientación y concertar una valoración profesional. ¡Estamos aquí para ayudarte!

                        

Elena Aurrecoechea Mariscal

 

 

 


martes, 18 de marzo de 2025

ALIMENTACIÓN Y NUTRICIÓN EN PACIENTES CON DISFAGIA


 

La disfagia no solo compromete la seguridad de la deglución, sino que también tiene un impacto directo en el estado nutricional y en la calidad de vida de los pacientes, por ello la  importancia de un enfoque interdisciplinar y garantizar una alimentación segura, equilibrada y placentera.

Riesgos nutricionales asociados a la disfagia.

Los pacientes con disfagia tienen un alto riesgo de desnutrición y deshidratación debido a la dificultad para ingerir alimentos y líquidos de manera eficaz y segura. La pérdida de peso no controlada, el déficit de nutrientes esenciales y la disminución en la ingesta hídrica pueden derivar en complicaciones graves, como debilidad muscular, mayor vulnerabilidad a infecciones y deterioro general del estado de salud.

Para minimizar estos riesgos, es fundamental la adaptación de la dieta según las necesidades individuales de cada paciente. Las modificaciones en la textura de los alimentos y líquidos permiten mejorar la seguridad en la deglución sin comprometer la ingesta nutricional. Entre las estrategias más utilizadas se incluyen:

Dietas de consistencia modificada: alimentos triturados, texturas homogéneas o de fácil masticación.

Espesamiento de líquidos según el grado de disfagia (leve, moderada o grave).

Enriquecimiento de la dieta para garantizar un adecuado aporte energético y proteico.

Uso de suplementos nutricionales cuando la ingesta oral no es suficiente.

Intervención y abordaje terapéutico.

El tratamiento de la disfagia requiere un enfoque multidisciplinar, en el que logopedas, nutricionistas y personal médico trabajan de manera conjunta. Algunas de las estrategias terapéuticas clave incluyen:

Evaluación clínica e instrumental para determinar el nivel de disfagia y las necesidades del paciente.

Técnicas de reeducación de la deglución, fortalecimiento muscular y uso de maniobras compensatorias.

Adaptaciones posturales y recomendaciones sobre la posición adecuada durante la alimentación.

Formación a cuidadores y familiares para facilitar la alimentación segura en el entorno cotidiano.

Un enfoque integral: nutrición, seguridad y bienestar.

Más allá de garantizar una alimentación segura, es esencial preservar el acto de comer como una experiencia placentera y social. Siempre que sea posible, se deben respetar las preferencias alimentarias del paciente y fomentar un ambiente que favorezca el disfrute de la comida. El acompañamiento emocional y la sensibilidad en este proceso son aspectos fundamentales para mejorar la calidad de vida de las personas con disfagia, por ello debemos realizar  un abordaje global y personalizado en la alimentación de los pacientes con disfagia, combinando la seguridad nutricional con el bienestar físico y emocional.


Pautas dietéticas específicas para pacientes con disfagia. Nutrición Y seguridad

El tratamiento dietético de la disfagia debe ser personalizado, dependiendo del grado de severidad de la afección y las características del paciente. A continuación, se detallan los tipos de modificaciones dietéticas recomendadas según el nivel de dificultad para deglutir.


La textura de los alimentos debe adaptarse para facilitar su deglución y minimizar el riesgo de atragantamientos o aspiración. Existen varios niveles de modificación, y la elección de la textura dependerá de la evaluación clínica e instrumental de la disfagia:

Alimentos sólidos triturados: Para aquellos con dificultades para masticar, los alimentos deben ser triturados o puré, manteniendo un adecuado valor nutricional. Se debe evitar que queden trozos grandes que puedan resultar difíciles de manejar.

Alimentos blandos: Para pacientes con disfagia leve o moderada, los alimentos deben ser de textura suave, fáciles de masticar y sin grumos.

Alimentos líquidos espesados: Los líquidos deben espesarse según la severidad de la disfagia para reducir el riesgo de aspiración. Se emplean espesantes comerciales que modifican la consistencia, permitiendo una ingesta más controlada y segura. Los líquidos pueden clasificarse en categorías como néctar, miel o pudding, dependiendo de la viscosidad requerida.


Los pacientes con disfagia pueden tener dificultades para ingerir grandes cantidades de alimentos, lo que pone en riesgo su ingesta calórica y proteica. Para asegurar que los pacientes reciban suficientes nutrientes, es fundamental enriquecer la dieta:

Suplementos calóricos: Se pueden incorporar suplementos calóricos para garantizar un adecuado aporte energético, sobre todo en casos donde la ingesta oral es insuficiente. Estos suplementos suelen ser líquidos o en polvo y se pueden añadir a las comidas sin alterar la textura.

Enriquecimiento de purés: Los purés de alimentos pueden ser enriquecidos con grasas saludables, como aceites vegetales o mantequilla, y con fuentes adicionales de proteínas, como huevos, queso o carne molida.

Los alimentos deben seleccionarse cuidadosamente para cumplir con los requisitos nutricionales además de asegurar  que sean fáciles de deglutir:

Frutas y verduras: Deben ser cocidas o trituradas, evitando frutas secas o con piel que puedan ser difíciles de masticar o tragar. Las frutas en puré o las verduras cocidas son una excelente opción.

Carnes y proteínas: La carne debe ser bien cocida y desmenuzada, o en su defecto, utilizar fuentes de proteínas más fáciles de ingerir como pescados, huevos o tofu.

Lácteos: Los lácteos deben ser de consistencia adecuada, como yogur natural o quesos blandos. Se deben evitar los lácteos líquidos si la viscosidad no es la adecuada.


La personalización es clave. Es importante tener en cuenta las preferencias alimentarias del paciente, su nivel de tolerancia a las modificaciones de textura y la presencia de comorbilidades que puedan influir en su dieta, como diabetes, hipertensión o problemas cardíacos.

Modificaciones según la condición médica: Pacientes con enfermedades asociadas, como diabetes o insuficiencia renal, requieren dietas adaptadas que tomen en cuenta estas condiciones para evitar complicaciones adicionales.

El seguimiento regular de la ingesta alimentaria y el peso corporal del paciente es fundamental para identificar cualquier signo temprano de desnutrición o deshidratación. Los nutricionistas deben realizar un monitoreo continuo, ajustando la dieta según sea necesario y evaluando la eficacia de las modificaciones realizadas.

Además de los alimentos, la hidratación es un aspecto crucial. Los pacientes con disfagia suelen tener dificultades  para beber líquidos, lo que aumenta el riesgo de deshidratación. Los líquidos deben ser espesados según el nivel de disfagia y servidos a temperaturas que el paciente pueda tolerar mejor. El uso de gelatinas hidratantes también es una opción útil para pacientes con dificultades para tragar líquidos.

Es fundamental que los cuidadores, familiares y pacientes reciban educación nutricional sobre las modificaciones dietéticas y las técnicas de alimentación. El apoyo emocional y la paciencia durante las comidas también juegan un papel esencial en la adaptación del paciente a su nueva rutina alimentaria.

Fomentar un ambiente que favorezca el disfrute de la comida

La alimentación no solo tiene un objetivo nutricional, sino que también tiene un valor emocional y social importante. Comer es una actividad que, para la mayoría de las personas, va más allá de simplemente alimentarse: es un momento de disfrute, de interacción social y de satisfacción personal. En pacientes con disfagia, este aspecto suele ser olvidado, ya que la dificultad para tragar y la preocupación constante por la seguridad pueden hacer que las comidas se conviertan en una experiencia estresante y poco placentera.

Es fundamental crear un entorno que favorezca el disfrute de la comida, incluso cuando se requieren modificaciones dietéticas. Esto implica no solo adaptar las texturas y consistencias de los alimentos, sino también el contexto en el que se realiza la comida. Un ambiente relajado, tranquilo y libre de distracciones contribuye a una experiencia más positiva.

Los pacientes deben sentirse cómodos y apoyados durante la comida. Es recomendable que el entorno sea agradable, con una buena iluminación, una mesa ordenada y la presencia de compañeros o familiares que fomenten la interacción durante la comida. La comida debe ser vista como un momento de conexión, no solo como una necesidad funcional.

El acompañamiento emocional durante las comidas es crucial para los pacientes con disfagia. El proceso de deglución puede generar ansiedad y frustración, tanto para el paciente como para sus familiares. Por lo tanto, el apoyo emocional juega un papel fundamental en la mejora de la calidad de vida de la persona.

Es importante que el paciente se sienta respaldado, que sus temores sean escuchados y que se le brinde seguridad al momento de comer. Los cuidadores deben mostrar paciencia, serenidad y una actitud empática. En ocasiones, los pacientes con disfagia pueden experimentar sentimientos de vergüenza, aislamiento o depresión debido a su incapacidad para comer con normalidad, por lo que la interacción cálida y el estímulo positivo son esenciales para mejorar su bienestar emocional.

Un acompañamiento adecuado puede implicar la formación sobre cómo interactuar con el paciente durante las comidas, creando una atmósfera relajada y agradable, y reconociendo la importancia de no apresurar el proceso. Permitir tiempos de descanso, ofrecer pequeños bocados o dar la oportunidad de que el paciente exprese sus necesidades y emociones son aspectos que contribuyen a una experiencia más respetuosa y satisfactoria.

El tratamiento de la disfagia, por tanto,  no debe limitarse solo a la adaptación de la dieta. Un enfoque integral que combine la seguridad nutricional con el bienestar físico y emocional del paciente es esencial para mejorar su calidad de vida. Es crucial que cada plan alimenticio sea personalizado, teniendo en cuenta las características específicas del paciente, sus preferencias, y su contexto social y emocional. Para ello, se debe contar con un equipo multidisciplinar que aborde no solo los aspectos físicos de la disfagia, sino también los emocionales y sociales. El trabajo conjunto entre nutricionistas, logopedas, psicólogos y cuidadores es fundamental para crear un plan de alimentación que no solo garantice la ingesta adecuada de nutrientes, sino que también promueva una experiencia positiva durante las comidas.

El abordaje debe  ser flexible y adaptarse a las necesidades cambiantes del paciente. A medida que la condición evoluciona, es necesario revisar y ajustar tanto las modificaciones dietéticas como las estrategias emocionales y psicológicas, Además, se deben tener en cuenta los factores sociales, como las interacciones con la familia y los amigos, ya que el apoyo social es un componente esencial para el bienestar emocional del paciente. Este enfoque integral, que respeta tanto las necesidades físicas como las emocionales, es fundamental para que las personas con disfagia puedan disfrutar de la comida de manera segura y satisfactoria.




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