miércoles, 5 de noviembre de 2025

El cuerpo que carga con lo que la conciencia no elabora, duele.

 



Hace unos días escuché  en una entrevista en YouTube al doctor Manuel Sanz Segarra hablar sobre la “supraconciencia” . Era un podcast que había guardado hacía tiempo, al igual que hago con otros artículos y entrevistas, para leerlos y escucharlos con calma. Y, efectivamente, la entrevista me gustó, la  forma de exponer los conceptos, de abordar temas tan profundos, la coherencia entre lo que decía y lo que transmitía.

Entre muchas de las ideas que compartió, quiero tomar prestada esta frase suya que me sirve de punto de partida para  reflexionar sobre nuestros malestares actuales como voz de alarma del cuerpo. Una alarma  que nos llama a  parar y mirarnos desde dentro y ponernos en una mejor disposición para vivir la vida conscientes y mejor adaptados.

“El estrés crónico y el egoísmo constituyen factores desencadenantes clave en el origen de múltiples enfermedades contemporáneas”

Él utiliza el término “supraconciencia” para describir ese plano más elevado desde el que podemos observarnos y sanar. Otros autores, de diferentes disciplinas, también han abordado esta misma idea: como el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu puede determinar nuestra salud y nuestro bienestar.

No todos los dolores vienen del cuerpo. A veces es la mente la que no se calla, el corazón el que no se entrega o la conciencia la que se aferra a algo que ya debería haberse elaborado. Y es ahí donde el cuerpo habla: se tensa, se inflama, se bloquea, duele. Se convierte en espejo de aquello que la conciencia aún no ha podido mirar de frente.

El cuerpo, que no sabe mentir, termina expresando lo que la mente intenta silenciar. Lo hace a través del lenguaje que mejor conoce: el del síntoma. Detrás de un dolor persistente o una enfermedad que se repite pueden encontrarse emociones no digeridas, miedos antiguos, pérdidas no aceptadas o tensiones que han permanecido demasiado tiempo sin ser atendidas.

Sanz Segarra lo explica desde  el ego que cuando domina, nos arrastra al control, a la necesidad de tener razón, a la defensa constante. Es ese “perro” del que él habla, que se lanza a protegernos, pero que termina tirando de nosotros con tanta fuerza que nos agota. Sin embargo, el ego también es necesario; forma parte de nuestra estructura vital, de nuestra identidad. El reto no es eliminarlo, sino aprender a sostener su correa con firmeza y ternura, desde un nivel de conciencia más amplio.

Autores, como Marian Rojas-Estapé, explican este mismo fenómeno desde la biología y la neurociencia: el estrés prolongado activa el sistema nervioso simpático, dispara el cortisol y altera el equilibrio natural entre cuerpo y mente. Cuando vivimos permanentemente en alerta, sin pausa ni descanso, el organismo pierde su capacidad de autorregularse. Es entonces cuando aparecen la fatiga, la inflamación, los trastornos digestivos, musculares o del sueño. En palabras del neurólogo Mario Alonso Puig, la salud depende en gran medida de ese diálogo constante entre los sistemas simpático y parasimpático: entre la acción y el descanso, el hacer y el ser.

Y si hacemos referencia a  la psicología profunda, Freud ya hablaba de la tensión entre el ello, el yo y el superyó como un campo de batalla que, cuando se desequilibra, genera conflicto interno y somatización. Jung, por su parte, proponía integrar las sombras, esos aspectos negados de nosotros mismos que, cuando no son reconocidos, buscan manifestarse a través del cuerpo.

Y si vamos aún más atrás, a la filosofía clásica, Sócrates decía que el cuerpo enferma cuando el alma no encuentra sosiego; Descartes, con su dualismo, separó lo físico de lo espiritual, pero Spinoza volvió a unirlos al afirmar que cuerpo y mente son dos manifestaciones de una misma sustancia. 

En realidad, con distintos lenguajes, todos apuntan a lo mismo: el ser humano es una unidad  y cuando alguna de sus partes se desconecta, las demás se resienten.

Podríamos decir entonces que muchas dolencias no son solo biológicas ni únicamente emocionales, sino el reflejo de una desconexión más profunda: la que se produce entre lo que vivimos y lo que realmente somos. Entre el ego que controla y la conciencia que observa. Entre la mente que acelera y el cuerpo que pide pausa.

La "supraconciencia", entendida  como ese nivel de conciencia más lúcido, de la que habla Sanz Segarra, no es algo reservado a unos pocos. Es la capacidad que todos tenemos de detenernos, observarnos y comprender sin juicio. Cuando logramos hacerlo, el cuerpo puede empezar a soltar lo que llevaba cargando: tensión, miedo, culpa, rigidez. Entonces el dolor deja de ser un enemigo y se convierte en un maestro silencioso que nos invita a escucharnos de verdad.

Quizá el camino de la salud, en su sentido más amplio, no consista en eliminar el dolor sino en aprender a escucharlo. En darle espacio, tiempo y nombre. En acompañarnos ,o dejarnos acompañar, en ese proceso de volver a la coherencia entre lo que sentimos, pensamos y hacemos.

 “Solo desde un nivel superior de conciencia se puede comprender y sanar lo que la conciencia inferior no entiende.” Dr. Sanz Segarra


Y cómo mirarse…


                                      Elena Aurrecoechea Mariscal


jueves, 2 de octubre de 2025

Envejecimiento y lenguaje

Con los años, nuestro cuerpo cambia y también lo hace nuestro lenguaje. A veces nos sorprendemos buscando esa palabra que tenemos en la punta de la lengua o notamos que necesitamos un poco más de tiempo para responder. Y es fácil que esos pequeños olvidos nos generen dudas o preocupaciones. Pero no siempre estamos ante una pérdida de capacidades, muchas veces simplemente estamos viviendo un proceso natural del envejecimiento. Comprenderlo nos ayuda a mirarnos con tranquilidad y también a distinguir cuándo conviene consultar con un profesional. Lo habitual es que el acceso a las palabras sea un poco más lento, pero el vocabulario que guardamos dentro es mucho más rico y amplio que cuando éramos jóvenes. La experiencia vital, las lecturas acumuladas, las conversaciones mantenidas… todo eso nos da la posibilidad de una mejor comunicación, llena de matices y sentido. Es cierto que podemos tener pequeños olvidos, pero mientras no interfieran en nuestro día a día, forman parte de lo esperado y no de una enfermedad. Ahora bien, es cierto que hay algunos cambios que son necesarios atender, por ejemplo, si aparecen dificultades para comprender frases sencillas, una pérdida llamativa de palabras básicas o una desorientación frecuente, es recomendable pedir orientación profesional. Ahí es donde la logopedia y la neuropsicología pueden ayudarnos. La buena noticia es que podemos hacer mucho para cuidar el lenguaje a lo largo de los años. El cerebro adulto sigue teniendo capacidad de aprender y de reorganizarse. Leer, escribir, conversar, aprender algo nuevo… son formas de mantener el lenguaje vivo y activo. También es importante cuidar la audición, porque escuchar bien está muy relacionado con hablar y entender. Y no olvidemos el bienestar general: descansar, alimentarnos de manera equilibrada, movernos, mantener la curiosidad y compartir ratos con amigos, vecinos, nietos…todo eso también influye en cómo nos comunicamos. El lenguaje no se pierde inevitablemente con la edad, se transforma. Cada etapa nos regala una manera distinta de expresarnos. Y quizá lo más bonito es que, además de palabras, lo que compartimos es la experiencia de toda una vida. Mantenernos activos, con ganas de aprender, de conversar y de estar conectados con los demás, es la mejor manera de cuidar nuestras palabras. . Elena Aurrecoechea Mariscal

miércoles, 10 de septiembre de 2025

La logopedia también acompaña en el envejecimiento

 

¿Alguna vez has notado que tu voz ya no tiene la misma fuerza que antes, que al hablar durante un rato se cansa o que cuesta más que te escuchen con claridad? ¿Te ha pasado que un simple atragantamiento en la comida te deja con la duda de si es normal o si deberías prestar más atención a cómo tragas? O tal vez has sentido que las palabras se escapan con más facilidad, que la memoria tarda en rescatar lo que quieres decir y que las conversaciones no fluyen como antes.

Muchas personas piensan que la logopedia es algo exclusivo de la infancia o de situaciones muy concretas como un ictus o una enfermedad grave. Sin embargo, acompañar a las personas en el cuidado de su comunicación, de su voz, de su deglución y también del sueño es una parte fundamental de nuestra labor. Porque envejecer no es solo cumplir años, es aprender a adaptarse a los cambios que trae la vida con la mayor calidad posible.

La voz, por ejemplo, es un reflejo de nuestra identidad y también se ve afectada por el paso del tiempo. Puede volverse más débil, quebradiza o incluso apagada. Con pequeños entrenamientos y ejercicios, se puede recuperar firmeza, ganar seguridad y mantener viva esa parte de uno mismo que nos conecta con los demás. Lo mismo ocurre con la deglución: cambios pequeños, que parecen insignificantes, pueden repercutir en la forma de disfrutar de la comida o incluso en la seguridad al comer. ¿Quién no quiere seguir compartiendo un café, o una comida en familia sin miedo a atragantarse?

Otro aspecto importante, aunque menos conocido, es el sueño. Los ronquidos y las pausas respiratorias nocturnas no son solo una molestia para quien duerme al lado, también afectan a la calidad del descanso y, con ello, a la energía durante el día. La logopedia puede trabajar con ejercicios que fortalecen la musculatura orofaríngea y mejoran la respiración, lo que ayuda a reducir los ronquidos y a favorecer un sueño más reparador.

y todos somos conscientes como la memoria, la atención o la velocidad con la que procesamos la información se modifican con la edad. No siempre hablamos de enfermedad, sino de cambios normales que, si se trabajan, pueden mantenerse activos durante más tiempo. Un entrenamiento específico puede ayudar a que las palabras vuelvan a salir con fluidez, que las conversaciones se mantengan vivas y que la persona sienta que sigue teniendo un lugar activo en su entorno.

La logopedia no se centra solo en tratar una patología. ¿Y si cuidar la comunicación, la deglución y el sueño fuera tan importante como cuidar la movilidad o la alimentación?

Cuidar la voz, el lenguaje, la deglución y el sueño es cuidar tu manera de estar en el mundo. La logopedia puede ayudarte a mantener tu independencia, tu seguridad y tu conexión con los demás. Y quizá la pregunta no sea si lo necesitas ahora, sino cuánto te gustaría mantener tu forma de comunicarte, descansar y disfrutar de la vida en los próximos años.

Elena Aurrecoechea Mariscal

martes, 2 de septiembre de 2025

¿Síndrome post-vacacional o simplemente volver a la realidad?

 



Cada septiembre (y cada enero, y cada vuelta a la rutina) los titulares se llenan de la misma palabra: síndrome post-vacacional. Como si necesitaran ponerle nombre a todo. Que si el pre-vacacional, el post, el intermedio... Al final parece que vivimos rodeados de “síndromes” para justificar cada emoción que sentimos. ¿De verdad hace falta tanta etiqueta?

 Yo no lo creo. Este supuesto “síndrome” no está reconocido como enfermedad ni aparece en los manuales clínicos (ni en el DSM-V ni en la CIE-11). No hay evidencia científica sólida que respalde que sea algo más que un proceso de adaptación normal: cambiar de ritmo, madrugar otra vez, enfrentarse al tráfico, a los plazos, a las reuniones... Es lógico que cueste unos días.

Patologizar lo cotidiano no nos hace más sanos; al contrario, nos hace más dependientes de explicaciones externas para cualquier malestar.

 Parece que hoy la felicidad tuviera que ser permanente, y cualquier bajón, un problema a analizar.

 Y no: la vida no es una línea recta de bienestar al cien por cien. A veces simplemente estamos cansados, o  nos da pereza volver tras un periodo de relax de goce y disfrute...¡Vamos, lo normal! ¡Es la realidad de volver a arrancar!

Aceptar que la transición existe ayuda, pero suele durar pocos días. Cuanto más se anuncia, más parece que debe pasarnos. Y si cada vuelta al trabajo es una tortura, quizá el problema no sea la vuelta, sino el lugar al que volvemos.   no le demos muchas vueltas, simplemente recordemos lo bonito de nuestros días de vacaciones y empecemos poniendo lo bueno  de la vuelta sobre la mesa.

Elena Aurrecoechea Mariscal


martes, 12 de agosto de 2025

Las gratitudes de Delphine de Vigan


Hay libros que se cruzan en nuestra vida a modo de  pequeños regalos. Las gratitudes llegó así a mis manos, gracias a Lucía, mi hija pequeña. Lo abrí sin saber muy bien qué esperar, aunque según me lo daba me dijo , te va a encantar …y así lo he cerrado, encantada y emocionada.


En sus páginas, la autora, teje la historia de Michka, una anciana que pierde poco a poco el lenguaje debido a una afasia. A su lado están Marie, casi como una hija para ella, y Jérôme, un logopeda que, con paciencia y respeto, la acompaña en este  último tramo de la vida. Entre ellos se construye un diálogo que va más allá de las frases,  las pausas, las miradas y lo no dicho.


Es un libro que habla de la necesidad de dar las gracias  a quienes  han estado presentes en nuestra vida de una u otra manera, a quienes nos cuidan y hacia quienes permanecen cuando la vida se nos complica. Reflexiona sobre la memoria y su pérdida, el envejecimiento, el valor de la dedicación, la ternura y la bondad  a través de gestos cotidianos y complicidades.


Al leerlo, me he sentido reflejada en Jérôme y comparto  con él la descripción que hace de esta maravillosa profesión que trabaja  “con las palabras y con el silencio, con lo que no se dice; con la vergüenza, los secretos y los remordimientos; con la ausencia, con recuerdos que ya no están y con los que resurgen tras un nombre, una imagen, un perfume; con el dolor de ayer y el de hoy; con las confidencias y con el miedo a morir”. 

En Michka he visto a muchos de mis pacientes, con sus historias únicas y su necesidad de preservar la dignidad y lo más intimo de su ser hasta el último de sus días. Este libro me ha recordado, con una delicadeza infinita, por qué elegí este camino y porque adoro esta parte de mi profesión : sí, las palabras importan, pero también los silencios, la mirada, la mano que acompaña y la que se apoya. Poder acompañar cuando no hay palabra es estar presente desde otro lugar, ofrecer un espacio seguro donde el otro pueda simplenente ser, sin ruido y con la calma que se hace necesaria en esos momentos.


Recomiendo la lectura de Las gratitudes a todo aquel que quiera leer sobre la belleza del lenguaje  más allá de la palabra … y  sobre ese hilo invisible que nos une en el agradecimiento a quienes nos rodean.

He de decir que me he emocionado en muchos momentos de la lectura.

Elena Aurrecoechea Mariscal 




miércoles, 16 de julio de 2025

La logopedia: una cuestión de salud

 



La logopedia: una cuestión de salud

La logopedia es una disciplina sanitaria orientada a favorecer el bienestar integral de las personas a lo largo de toda su vida. Va mucho más allá de enseñar a hablar correctamente: trabaja sobre procesos neurológicos, fisiológicos, cognitivos y emocionales relacionados con la comunicación, el lenguaje, la voz, la audición, la deglución y la socialización.

Sin embargo, su reconocimiento dentro del sistema sanitario sigue siendo limitado, a pesar de la sólida evidencia científica que respalda su impacto positivo en la salud global.

Logopedia en la etapa neonatal

La intervención logopédica puede comenzar incluso antes del primer llanto. En las unidades neonatales, especialmente en bebés prematuros o con patologías congénitas, el logopeda evalúa y estimula funciones esenciales como la succión, la deglución y la coordinación oro-facial necesarias para la alimentación.

Pensemos en un bebé de semanas que no puede alimentarse por vía oral. Gracias a la intervención logopédica especializada, aprende a coordinar los movimientos de succión-deglución-respiración, reduciendo el riesgo de broncoaspiración, favoreciendo la nutrición y fortaleciendo el vínculo afectivo con su madre durante la alimentación.

Además, el logopeda acompaña también a las familias en estos primeros momentos, ayudándoles a comunicarse con sus bebés y a mantener el vínculo emocional, incluso en contextos hospitalarios hostiles.

Primera infancia: lenguaje, apego y desarrollo

En los primeros años de vida, el desarrollo del lenguaje es un marcador clave del neurodesarrollo. Las alteraciones en la adquisición del lenguaje oral y/o escrito pueden ser indicadoras de trastornos como el TDAH, los trastornos del espectro autista, los trastornos específicos del lenguaje, de la lectoescritura o del aprendizaje.

Estudios como los de Ortega et al. (2020) subrayan que una detección e intervención logopédica temprana mejora significativamente el pronóstico funcional, emocional y social del niño. Sin embargo, en la mayoría del territorio español, los logopedas siguen sin formar parte de los equipos públicos de pediatría ni de atención temprana hospitalaria.

En el entorno escolar: mucho más que rendimiento académico

Durante la etapa escolar, los problemas de comunicación afectan directamente al aprendizaje, la autoestima y la inclusión social. Dificultades en la comprensión lectora, en la expresión oral o escrita o en el uso social del lenguaje pueden condicionar de forma severa la trayectoria educativa y emocional de un niño.

Por ello, desde hace años, entidades como el Consejo General de Colegios de Logopedas (CGCL) y el Colegio Oficial de Logopedas del País Vasco (CLPV) reivindican la incorporación estable del logopeda en los centros escolares públicos. No se trata solo de atender al alumnado con necesidades específicas, sino de ofrecer una herramienta preventiva e inclusiva para toda la comunidad educativa.

En la adolescencia: identidad, expresión y salud mental

Durante la adolescencia, la comunicación se vuelve un eje crucial de la construcción de la identidad. Dificultades no tratadas en etapas anteriores pueden agravarse, afectando la expresión emocional, la participación social o incluso la salud mental. El logopeda también puede acompañar estos procesos, trabajando en habilidades conversacionales, voz, lectura, escritura o apoyo emocional vinculado a la autoimagen y la comunicación.

En el ámbito clínico: dignidad, autonomía y calidad de vida

En personas adultas y mayores con patologías neurológicas (ictus, traumatismos craneoencefálicos, ELA, Parkinson, Alzheimer...), la logopedia es clave para preservar funciones vitales como la alimentación, la comunicación o el habla.

El Institut Guttmann (2019) reconoce la intervención logopédica como esencial en la rehabilitación neurológica. En casos como la ELA, permite mantener por más tiempo la capacidad comunicativa y la seguridad al alimentarse, lo que tiene un impacto directo en la calidad de vida y la dignidad de la persona.

En enfermedades degenerativas como el Alzheimer, el trabajo del logopeda ayuda a ralentizar el deterioro del lenguaje, mantener conexiones emocionales con el entorno y favorecer la interacción social, todo ello desde una mirada centrada en la persona.

Logopedia en cuidados paliativos: cuando la palabra es lo último que queda

En contextos de final de vida, el logopeda acompaña para preservar la comunicación significativa en sus múltiples formas: una palabra, un gesto, una mirada, una elección. También colabora para mantener la capacidad de alimentarse, adaptando texturas y formas de ingesta para garantizar el confort y la autonomía hasta donde sea posible.

Escuchar un “te quiero”, elegir si beber un sorbo de agua o simplemente poder decir adiós... son gestos profundamente humanos que la logopedia puede sostener cuando otras funciones se apagan.


Una disciplina al servicio de la vida

Etapa de la vida

Intervención logopédica

Neonatal y primera infancia

Estimulación de la comunicación, alimentación segura, desarrollo del vínculo. Trastornos del desarrollo,  parálisis cerebral, síndromes y otras enfermedades raras

Edad escolar

Prevención del fracaso escolar, inclusión, comunicación, comprensión lectora, lenguaje, deglución ,voz

Adolescencia

Voz, dificultades de aprendizaje, apoyo emocional y social.

Edad adulta

Rehabilitación tras ictus o daño cerebral adquirido , afasias, disartria, disfagia, voz , enfermedades con afectación de la comunicación, deglución, voz.

Tercera edad

Disfagia, enfermedades neurodegenerativas, intervención paliativa.


A pesar de toda esta evidencia, la logopedia sigue teniendo escasa representación en el sistema sanitario público y en los centros de atención sociosanitaria. En la práctica, muchas familias deben recurrir a servicios privados para acceder a una atención que debería estar garantizada, lo que genera desigualdad y exclusión.

La logopedia es salud, es prevención, es dignidad. Su inclusión plena en el sistema sanitario, socio sanitario y educativo  noes solo una cuestión de justicia, sino una inversión en bienestar, autonomía y sostenibilidad social.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha subrayado el papel esencial de los profesionales de la logopedia en la prevención y rehabilitación en un mundo donde el envejecimiento y las enfermedades crónicas irán en aumento.

Es por todo lo expuesto la necesidad urgente que reclamamos los profesionales de la logopedia de reconocer su valor y garantizar que todas las personas —desde el nacimiento hasta el final de la vida— tengan acceso a una atención logopédica de calidad, universal y centrada en la persona.

 

Elena Aurrecoechea Mariscal

Logopeda colegiada 480039

 

lunes, 7 de julio de 2025

FAMILIA Y VACACIONES DE VERANO

 


Las vacaciones escolares suelen recibirse con alegría: llega el descanso, el tiempo libre, la posibilidad de estar juntos sin la presión de los horarios escolares, de los deberes, de las extraescolares. Es un momento que muchas familias esperan con ilusión, porque permite compartir más, reencontrarse, recuperar cierta calma. Pero a la vez, ese mismo tiempo que se presenta como una oportunidad, tiene momentos que pueden convertirse en un verdadero desafío.

Hay familias que organizan con antelación actividades, salidas, viajes, campamentos, y otras que van sobre la marcha, con lo que se puede y como se puede. Hay quienes disfrutan de esa flexibilidad para improvisar, y hay quienes se sienten completamente desbordados ante el exceso de horas sin estructura. En algunos casos, la ausencia de rutinas genera una sensación de caos, de no saber por dónde empezar el día, de niños nerviosos, padres agotados y una convivencia que se va enredando sin querer. Y es que, aunque las vacaciones suenen a relax, la realidad es que no todas las personas adultas pueden dejar sus responsabilidades o su trabajo, y conciliar se vuelve más difícil cuando los peques están en casa todo el día y la energía parece no agotarse nunca. Es fácil escuchar comentarios como “¡acaban de empezar y ya no puedo más!”, o “menos mal que la semana que viene empieza el campamento”. No es una queja sin sentido: es la expresión de un cansancio real que también merece ser reconocido.

 

Al mismo tiempo, las vacaciones son una ocasión valiosa para fortalecer el vínculo, para mirar más despacio, para acompañar desde otro lugar. Hay algo muy especial en ese tiempo compartido sin prisa, en los desayunos tranquilos, en las caminatas improvisadas, en las tardes de juego o en las conversaciones que nacen cuando nadie tiene que correr a ningún sitio. Muchas veces, no se trata de grandes planes, sino de esos momentos cotidianos que dejan huella: una tarde cocinando juntos, una siesta compartida, una risa que aparece en medio de un chapuzón.

 

Quizá por eso es importante cuidar un poco el ritmo, sin volver a imponer horarios rígidos, pero sí manteniendo ciertos hábitos que ayuden a que todo fluya mejor. Dormir bien, respetar las comidas, guardar algún espacio tranquilo en el día, puede marcar la diferencia. También puede ser buen momento para que los niños participen más activamente en pequeñas tareas, que ganen autonomía, que aprendan a aburrirse sin que eso sea un problema. No hace falta llenar la agenda ni estar haciendo cosas constantemente: el equilibrio muchas veces está en saber combinar actividades y tiempo libre, propuestas y juego espontáneo, presencia y también espacio propio.

Lo más importante, tal vez, no es cuánto tiempo pasamos juntos, sino cómo se vive ese tiempo. Mirarse de verdad, compartir, dejar que haya espacio para la alegría, pero también para el cansancio, para los desacuerdos, para todo lo que forma parte de convivir. Las vacaciones, con todo lo que traen, lo bueno y lo difícil, pueden ser una oportunidad para conectar, para conocer mejor a nuestros hijos, para redescubrirnos como familia. Y si a veces no salen como habíamos imaginado, si hay días caóticos o momentos tensos, también está bien. Porque lo importante no es que sean perfectas, sino que sean vividas, sentidas y compartidas desde la verdad y el cuidado mutuo.

“Lo esencial es aprender a estar con los hijos, no solo a hacer cosas con ellos.”

María Montessori

¡Feliz verano familias!

 

lunes, 30 de junio de 2025

El encuentro de dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman. Carl Gustav Jung.


                                             

“El encuentro de dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman.”

Carl Gustav Jung


 Esta frase  de Jung me ha llevado directa a  pensar y a escribir sobre  esa magia sutil que ocurre cuando dos personas se encuentran de verdad. No hablo de coincidir en un lugar, ni de charlar por educación. Hablo de esos encuentros que nos tocan, nos remueven y, a veces, incluso nos trastocan.

Como en una reacción química, algo invisible se activa: una mirada, una palabra, una forma de sentir, de - estar con -. Y ya no somos exactamente los mismos. Puede que el cambio sea leve, casi imperceptible. O puede que lo sintamos como un giro inesperado, como una sacudida suave o profunda. Pero algo se ha movido. Y deja huella.

Lo fascinante es que no siempre elegimos estos encuentros. A veces llegan sin avisar, en un cruce inesperado, en una conversación que parecía cualquiera. Otras veces los buscamos, sin saber que en realidad estamos llamando —desde dentro— a ese cambio, a ese espejo, a esa presencia que nos invite a mirarnos distinto.

Y eso...¿ no es también vivir? Estar disponibles para el otro. Abrir un espacio donde el vínculo tenga lugar. Permitirse ser atravesados, tocados, transformados, sin  miedo y desde la honestidad, desde el deseo de estar ahí, sin armaduras.

A veces, basta un instante. Otras, una vida entera. Pero en todos los casos, hay algo común: dos personas que, al encontrarse, ya no vuelven a ser exactamente las mismas.

Quizá por eso me gusta pensar que la vida, vivida desde el vínculo con el otro, es un pequeño lugar  en el que ir más allá, en el que la chispa puede encenderse y removernos desde una mirada que te ve y te reconoce  y te invita a ser más tú. A veces esa transformación es dulce, otras nos remueve desde el dolor, pero en ambas hay verdad y puede darse crecimiento, nos invita a mirar y mirarnos distinto. Quizá ese sea uno de los misterios mas hermosos del encuentro con el otro, que no hay recetas, ni garantías, solo la posibilidad de abrirse, de estar y de ser. Hay algo profundamente humano y casi invisible, en el que dejamos caer las defensas, en el que lo importante no es que todo encaje, sino que algo se encienda. Qué haya un antes y un después, una toma de conciencia de nuestro yo más íntimo que hace que nos sintamos más vivos, porque algo se nos mueve muy dentro.

No todas las personas que pasan por nuestra vida se quedan, pero todas nos dejan algo, porque al encontrarnos nos ayudaron a vernos.


 

miércoles, 11 de junio de 2025

Respirar, hablar, comer y sentir ; los pares craneales, nuestros nervios de cabecera.

 


Respirar, hablar, comer y sentir; los pares craneales, nuestros nervios de cabecera.

A menudo cuando alguien me pregunta qué hacemos exactamente los logopedas  en las unidades de neurorrehabilitación o  en nuestras consultas cuando atendemos a  personas con enfermedades neurodegenerativas, suelo responder que trabajamos con la voz, el lenguaje, la deglución…  pero realmente trabajamos con algo más profundo y menos conocido: el sistema nervioso.


En concreto, hay cinco nervios muy especiales que forman parte de lo que llamamos pares craneales, y que están directamente implicados en acciones tan cotidianas y tan importantes , como respirar, hablar, comer, tragar o sentir nuestra cara y boca. Son los pares craneales V, IX, X, XI y XII. Aunque parezcan solo letras y números, tienen un papel fundamental en nuestro día a día, y por eso hoy quiero contarte algo más sobre ellos.


Imagina que tienes doce cables que salen directamente del cerebro y se encargan de mandar y recibir señales a distintas partes de la cabeza, el cuello e incluso órganos más internos. Esos son los pares craneales. Cada uno tiene su nombre y su función, y muchos de ellos trabajan en equipo para que podamos, respirar correctamente,  hablar claramente, tragar sin atragantarnos, sentir, o saborear lo que comemos.


Cinco de estos nervios son especialmente relevantes para los logopedas, son esos compañeros invisibles responsables de todos nuestros gestos y funciones orales . Te los presento brevemente.


El nervio trigémino ( V): sentir y masticar

Este nervio es como un gran repartidor de sensaciones. Gracias a él, sentimos el tacto en la cara, los labios, los dientes y parte de la lengua. Pero además, activa los músculos que usamos para masticar. Cuando algo falla en el trigémino, puede aparecer dolor intenso en la cara o dificultad para mover la mandíbula. Los logopedas , ayudamos a recuperar esa movilidad y sensibilidad, con ejercicios que estimulan la zona orofacial y favorecen una mejor masticación.


El glosofaríngeo (IX): gusto y reflejo

Este nervio tiene un nombre largo, pero una función clara: recoger el gusto de la parte posterior de la lengua y participar en la acción de tragar. También está implicado en ese reflejo que todos conocemos cuando algo nos toca la garganta y sentimos que debemos toser o tragar. Cuando no funciona bien, la deglución se vuelve torpe o insegura. Aquí el trabajo del logopeda es clave: evaluamos cómo se traga y enseñamos maneras de hacerlo de forma más segura, evitando atragantamientos o molestias.


El vago (X): voz, deglución y respiración

El nervio vago es uno de los más interesantes. Recorre un largo camino desde el cerebro hasta el abdomen, y participa en funciones tan diversas como la voz, la deglución o el control de ciertos órganos internos. Si hay una lesión en este nervio, la persona puede tener una voz ronca, dificultad para tragar, o incluso alteraciones en la respiración al hablar. En esos casos, el logopeda propone ejercicios vocales, técnicas de protección de la vía aérea y pautas para adaptar la alimentación, buscando siempre preservar la seguridad y la dignidad del paciente.


El espinal (XI): postura y apoyo

Aunque este nervio no actúa directamente sobre la voz o la deglución, tiene un papel indirecto muy relevante. Inerva los músculos que mueven el cuello y los hombros, y una buena postura es esencial para hablar y tragar con eficacia. Cuando el nervio espinal está afectado, puede haber debilidad en esa zona, afectando la estabilidad de la cabeza y la coordinación de los movimientos. Desde logopedia, trabajamos en colaboración con otras disciplinas para mejorar la postura y facilitar así el trabajo vocal o deglutorio.


El hipogloso (XII): la lengua en acción

Y por último, el nervio hipogloso, responsable del movimiento de la lengua. Sin él, no podríamos articular bien las palabras ni empujar el alimento hacia la garganta al comer. Cuando este nervio no funciona correctamente, la lengua puede desviarse, estar débil o moverse con dificultad. En estos casos, el logopeda propone ejercicios específicos para fortalecerla y coordinar mejor sus movimientos, buscando que el habla sea más clara y que la deglución sea eficaz.


Cuando los nervios no responden… ahí estamos

Los logopedas trabajamos con personas que, por distintas razones —ictus, enfermedades neurológicas, cirugías, tumores— han perdido parte de la función de estos nervios. Nuestro trabajo es acompañarles en el camino de recuperar (o compensar) lo perdido, devolviendo seguridad al tragar, claridad al hablar y, muchas veces, la confianza al mirar a los demás y decir: “estoy mejor”.



Detrás de cada gesto cotidiano, hay un complejo engranaje neurológico que muchas veces pasa desapercibido. Pero cuando se rompe, entendemos su valor. Y ahí, en ese momento de fragilidad, nuestra intervención como logopedas cobra todo su sentido para


 ¿Te gustaría saber más sobre cómo evaluamos la deglución o en qué consiste una terapia vocal? Puedes escribirme o dejar un comentario. Me encantará seguir compartiendo contigo lo que hay detrás de este trabajo que tanto me gusta.

sábado, 10 de mayo de 2025

La capacidad para estar a solas: un principio esencial del bienestar emocional




Donald Winnicott, psicoanalista y pediatra británico, hizo grandes contribuciones al entendimiento del desarrollo emocional humano. En su obra, desarrolló conceptos clave sobre la psicología infantil, destacando la importancia de la figura materna en el desarrollo del “self”. Uno de sus enfoques más influyentes fue la teoría de la “madre suficientemente buena”, que sostiene que el niño necesita una figura primaria que ofrezca un entorno seguro y predecible para formar una identidad emocional sana.


Este concepto no busca la perfección materna, sino que resalta la importancia de una presencia constante y confiable. La interacción temprana con la figura materna establece las bases de lo que Winnicott llamó el “self”, el núcleo esencial de nuestra identidad emocional. Cuando el niño experimenta un ambiente emocionalmente seguro, va desarrollando la capacidad de estar a solas sin angustia ni desorganización interna. Este proceso permite que la soledad se convierta en un espacio de descanso, reflexión y juego, sin la necesidad de distracciones constantes del exterior.


Sin embargo, cuando este entorno seguro no se proporciona, el resultado puede ser una sensación de vacío que, al llegar a la vida adulta, puede manifestarse en conductas impulsivas, ansiedad y la necesidad constante de llenar el tiempo con estímulos externos. La impulsividad no es simplemente una respuesta a un exceso pulsional, sino una reacción a la falta de un “sostén interno” que permita estar solo sin temor o angustia.


En estos casos, la persona puede tener dificultades para estar consigo misma, sintiendo una profunda incomodidad al estar sola. La impulsividad y la urgencia de llenar ese espacio pueden expresarse en relaciones superficiales o una constante necesidad de estímulos que alivien la ansiedad interna. Esta dependencia emocional puede generar frustración y agotamiento, ya que no se logra encontrar paz en la propia compañía.


La psicoterapia juega un papel crucial en la reconstrucción de este entorno interno confiable. El terapeuta ofrece una presencia constante que permite al paciente experimentar un espacio seguro, donde sus emociones pueden ser procesadas de manera más saludable. A través de este proceso, la persona puede aprender a estar a solas sin angustia, a reflexionar sobre sus emociones y pensamientos, y a encontrar en la soledad un espacio de descanso y autoconocimiento.


El trabajo terapéutico permite restaurar la capacidad para estar a solas como un acto de madurez emocional, no como una amenaza, sino como un espacio enriquecedor para la creatividad y el autoconocimiento. La soledad se convierte, así, en una fuente de bienestar, donde la persona puede aprender a convivir consigo misma de una manera más saludable y satisfactoria.




Referencias bibliográficas:


  • Winnicott, D. W. (1965). El ambiente y los procesos de maduración. Ediciones Morata.
  • Winnicott, D. W. (1971). La familia y el niño. Editorial Hermes.
  • Winnicott, D. W. (1987). El niño y el mundo interno. Editorial Kairós.


El cuerpo que carga con lo que la conciencia no elabora, duele.

  Hace unos días escuché  en una entrevista en YouTube al doctor Manuel Sanz Segarra hablar sobre la “supraconciencia” . Era un podcast que ...