sábado, 10 de mayo de 2025

La capacidad para estar a solas: un principio esencial del bienestar emocional




Donald Winnicott, psicoanalista y pediatra británico, hizo grandes contribuciones al entendimiento del desarrollo emocional humano. En su obra, desarrolló conceptos clave sobre la psicología infantil, destacando la importancia de la figura materna en el desarrollo del “self”. Uno de sus enfoques más influyentes fue la teoría de la “madre suficientemente buena”, que sostiene que el niño necesita una figura primaria que ofrezca un entorno seguro y predecible para formar una identidad emocional sana.


Este concepto no busca la perfección materna, sino que resalta la importancia de una presencia constante y confiable. La interacción temprana con la figura materna establece las bases de lo que Winnicott llamó el “self”, el núcleo esencial de nuestra identidad emocional. Cuando el niño experimenta un ambiente emocionalmente seguro, va desarrollando la capacidad de estar a solas sin angustia ni desorganización interna. Este proceso permite que la soledad se convierta en un espacio de descanso, reflexión y juego, sin la necesidad de distracciones constantes del exterior.


Sin embargo, cuando este entorno seguro no se proporciona, el resultado puede ser una sensación de vacío que, al llegar a la vida adulta, puede manifestarse en conductas impulsivas, ansiedad y la necesidad constante de llenar el tiempo con estímulos externos. La impulsividad no es simplemente una respuesta a un exceso pulsional, sino una reacción a la falta de un “sostén interno” que permita estar solo sin temor o angustia.


En estos casos, la persona puede tener dificultades para estar consigo misma, sintiendo una profunda incomodidad al estar sola. La impulsividad y la urgencia de llenar ese espacio pueden expresarse en relaciones superficiales o una constante necesidad de estímulos que alivien la ansiedad interna. Esta dependencia emocional puede generar frustración y agotamiento, ya que no se logra encontrar paz en la propia compañía.


La psicoterapia juega un papel crucial en la reconstrucción de este entorno interno confiable. El terapeuta ofrece una presencia constante que permite al paciente experimentar un espacio seguro, donde sus emociones pueden ser procesadas de manera más saludable. A través de este proceso, la persona puede aprender a estar a solas sin angustia, a reflexionar sobre sus emociones y pensamientos, y a encontrar en la soledad un espacio de descanso y autoconocimiento.


El trabajo terapéutico permite restaurar la capacidad para estar a solas como un acto de madurez emocional, no como una amenaza, sino como un espacio enriquecedor para la creatividad y el autoconocimiento. La soledad se convierte, así, en una fuente de bienestar, donde la persona puede aprender a convivir consigo misma de una manera más saludable y satisfactoria.




Referencias bibliográficas:


  • Winnicott, D. W. (1965). El ambiente y los procesos de maduración. Ediciones Morata.
  • Winnicott, D. W. (1971). La familia y el niño. Editorial Hermes.
  • Winnicott, D. W. (1987). El niño y el mundo interno. Editorial Kairós.


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